El Faro de Oriente, 15 años iluminando Iztapalapa

naveEl centro cultural con forma de barco ha convertido a los habitantes de la delegación más poblada de la Ciudad de México en tripulantes de un exitoso proyecto artístico y comunitario.

México

El Faro de Oriente fue uno de los 300 proyectos mexicanos que concursaron para ser sede del primer Clubhouse, un modelo de laboratorio tecnológico fundado en Boston en 1993. La red mundial, impulsada por el Tecnológico de Massachusetts, seleccionó 15 de esos sitios y organizó un viaje a México para conocerlos. Cuando la comitiva visitó, en 2004, las naves de Iztapalpa, no quiso saber del resto de los proyectos. Sus miembros quedaron tan fascinados que dejaron dicho que en cada Clubhouse del mundo tendría que existir un Faro.

Han pasado 15 años y algunos días desde que el centro cultural abrió sus puertas por primera vez. El edificio en forma de barco, diseñado por Alberto Kalach -también autor de la biblioteca Vasconcelos-, estaba destinado a ser una sede administrativa de la delegación más poblada y marginada de la Ciudad de México. Pero aquel proyecto de principios de los 90 no prosperó: la nave de concreto, lámina y vidrio quedó abandonada.

Hasta el año 2000, cuando un grupo liderado por los poetas Alejandro Aura (1944-2008) y Eduardo Vázquez (actual Secretario de Cultura de la Ciudad de México) fundaron la Fábrica de Artes y Oficios de Oriente (FARO). El centro pretendía ser la continuación del programa La calle es de todos, que consistía en rescatar espacios públicos para hacer propuestas culturales.

José Luis Galicia llegó al lugar tres meses después de su apertura. El entonces estudiante de Artes Visuales decidió ofrecer su trabajo como prestador de servicio social y al poco tiempo fue contratado.  Diez años después, se convirtió en capitán del barco. En ese tiempo, Galicia trabajó como asistente en la ludoteca, como tallerista de artes plásticas y coordinador de los talleres.

(José Luis Galicia frente a la Casa del Juego de El Faro de Oriente).

El actual director de El Faro de Oriente ha sido testigo directo de la expansión de un proyecto que en sus inicios tenía una vocación exclusivamente juvenil. Los vecinos, artistas y gestores culturales que participaron en la fundación coincidieron en que el asunto más urgente de la zona era ofrecer alternativas productivas y recreativas a sus jóvenes. Pero no pasó mucho tiempo para que los niños y los adultos reclamaran su lugar en el barco.

Los 30 talleres iniciales se fueron ampliando hasta llegar a los 70 actuales. Gente de todas las edades -principalmente de Iztapalapa pero también de otras delegaciones y municipios conurbados del Estado de México- se reúne de martes a domingo para cantar, bailar, actuar o tocar algún instrumento; para dibujar, hacer grabado, cartonería o graffiti; para sembrar jitomates, crear robots, apreciar el arte u operar una radio comunitaria. Todo de manera gratuita.

La tripulación actual incluye un centenar personas que trabajan para ofrecer talleres cada trimestre a cerca de 1500 adultos y 800 niños. La flota de barcos también se ha multiplicado: con la guía del modelo original, la Secretaría de Cultura del Distrito Federal fundó los Faros de Milpa Alta, Tláhuac e Indios Verdes. Se espera que este año se inaugure el Faro de Aragón, en San Antonio Tecómitl.

Carta de navegación

Los primeros pobladores del oriente del Distrito Federal se asentaron ahí hace más de 3 mil años. A partir del siglo XVII, el gobierno virreinal impulsó la desecación del lago de Texcoco, pero los habitantes de la zona permanecieron y aumentaron exponencialmente: hoy viven en Iztapalapa cerca de dos millones de personas.

Y hoy, las unidades habitacionales color ladrillo inundan el paisaje, pero los terrenos de El Faro eran tierra de nadie cuando Kalach comenzó a proyectar el edificio. Las fotografías del archivo histórico muestran que los animales de los circos que se presentaban en el barrio circulaban por ahí mientras se realizaba la construcción.

(Archivo histórico de El Faro de Oriente).

Un extenso mural de graffiti da la bienvenida a los visitantes, que para ingresar a la nave principal deben atravesar una explanada de 9 mil metros cuadrados. Ahí se han presentado, a veces ante 12 mil personas, las bandas más reconocidas de la escena nacional, como La Maldita Vecindad, Austin TV, Nortec o Panteón Rococó.

Estos últimos financiaron las primeras calaveras monumentales de los cartoneros del faro: cuatro enormes calacas que funcionaron como escenografía en un concierto del grupo de ska. Desde entonces, las figuras gigantes del colectivo Última Hora han llegado hasta Alemania y China. En México han participado en las ofrendas del Zócalo, el Carnaval de Veracruz, la última película de James Bond o el Desfile de Alebrijes de la Ciudad de México.

Y aunque el próximo desfile es en octubre, Hugo Peláez y su equipo del taller de alebrijes ya trabajan en las piezas que circularán por la avenida Reforma. Entre ellas se incluye un barco de cartón y madera con cola de pulpo, que es un homenaje al Faro de Oriente por sus 15 años. Incluso viajará en ese barco el poeta Alejandro Aura, como explica el tallerista al mostrar la figura de uno de los primeros tripulantes.

(Hugo Peláez, coordinador del taller de cartonería y alebrijes).

José Luis Galicia continúa guiando el recorrido por la nave central que carece de muros, excepto por un par de habitaciones donde se realiza la inscripción a los talleres. Una de las funciones de esas paredes es exponer las hojas con los grupos de cada trimestre, la mayoría de los cuales tiene un letrero que dice «Saturado». “El resto de las oficinas son abiertas”, explica el director, “por si algún chavo quiere venir a hacer una propuesta, que no necesite tocar una puerta”.

A la gran nave original se han ido añadiendo nuevos espacios con el paso de los años, diseñados por el arquitecto José Allard Contreras. Como la nueva Casa del Juego, con un amplio espacio para los niños. O el foro escénico dual, que funciona como un escenario cerrado para 300 personas, y cuando se abren sus compuertas laterales se convierte en el escenario de la explanada pública.

En la galería principal, museos como el Soumaya y colecciones como la Jumex han apoyado con préstamos de obra para la realización de exposiciones de primer nivel. Durante el mes de diciembre, el mismo espacio alberga las creaciones de los propios alumnos, igual que hace actualmente una muestra que se exhibe en El Museo de la Ciudad.

También como parte de los festejos de aniversario, el pasado sábado se rindió un homenaje a Carlos Monsiváis, quien donó gran parte de los 18 mil volúmenes que integran la Biblioteca “Alejandro Aura”. La premio Cervantes, Elena Poniatowska, estuvo allí ese día para recordar al escritor y amigo que tanto admiró el proyecto de Iztapalapa. Y sobre todo admiró a “sus muchachos”, dijo Poniatowska, “que convirtieron la basura, la miseria, la falta de oportunidades y el abandono, en un faro”.

Twitter: @EuCoppel